miércoles, 18 de noviembre de 2009

Mi corazón late de nuevo



Es curiosa la vida, un mes estás con un pie fuera y al siguiente parece que no haya pasado nada.
Esta salida ha sido muy especial para mí, el mes pasado viví uno de los peores momentos de mi vida, momentos en los que llegué a pensar que todo se acababa, aunque mi cabeza, siempre rebelde, desechaba rápidamente estas ideas. Yo salgo de esta! Pensaba. Y si la cabeza piensa una cosa, el cuerpo obedece.

El cielo llevaba unos días bastante mal, gris plomizo, ni se distinguían nubes. Mi amigo decía, no te hagas ilusiones, que esta vez pinta mal. Pero yo sabía que recibiría mi recompensa. Sabía que se me premiaría y que esa noche recuperaría mi vida de nuevo.

Y así fue, a las 4 de la tarde del único día del que disponíamos, de nuestra única apuesta, el cielo comenzó a abrirse hasta que a las 6 había despejado completamente. Fue MAGIA.

Entonces, sonó el teléfono como siempre, y la misma voz cercana de siempre, me dijo las palabras de siempre. Salimos??? SÍ, salimos.

Una hora después íbamos camino del sitio elegido para esa noche. Yo no paraba de repetir, es mi premio! Es mi premio! Y él reía, al comprobar que hay cosas que no cambian nunca, que sigo siendo la misma niña de siempre, pese a la tremenda bofetada.

El sitio elegido para esta vez me gustó muchísimo, un cielo espectacular, cercano a una carretera secundaria, apenas transitada y ocultos por unos olivos. El olivo, símbolo de la paz y la concordia. Qué curioso, es lo primero que siento esa noche: paz interior.

Soy muy miedosa, me paso la noche escudriñando el silencio por si cruje alguna rama o se oye una voz. Pero esta vez no, es la noche que más tranquila he estado, he respirado de ese silencio y de esa paz, para alejar mis temores. Y es que, posiblemente, una vez vencido uno, vencidos todos. O que tal vez, como me dijo mi amigo, lo no te mata, te hace más fuerte. Y esta noche lo soy. Soy mucho más fuerte. Y tengo muchos menos miedos.

Comenzamos la noche con un amigo, con Júpiter, y con los pequeños Kokusai. En su momento se estrenaron sin mí y esta noche es el bautizo oficial.
Una pena, tal vez porque está muy bajo o tal vez porque no acompaña un muy buen seeing, el caso es que no logramos distinguir más que una bola de luz. Pero eso no nos amilana. Hemos salido a por todas.



Equipo de oculares al completo
Con los naglers 26 y 22 siguen los estrenos y los descubrimientos.

Con el 26 y el filtro OIII 2”, observamos el velo de la estrella 52 cyg. Como un ave fénix resurgiendo de sus cenizas, alzando el vuelo. Tal y como yo me siento resurgir de nuevo.
El otro velo no lo abarca entero, verdaderamente recuerda un encaje, el laborioso trabajo que confeccionaban nuestras abuelas.

En la constelación de Acuario, distinguimos la nebulosa de la Hélix, una de las más próximas a la tierra, con el 26 descubrimos el porqué de su nombre, pues nos vienen a la cabeza los molinillos de las ferias para los niños, se aprecia su estructura completamente.
Con el 22, perfectamente, porque llena el campo del ocular, sin perder su vistosidad.

Tenemos sorpresa! Por casualidad, encontramos la NGC 282, un cúmulo poco brillante pero compacto. Mi amigo disfruta de estos encuentros.

Uno de los regalos que me tenía preparados para esa noche, era la Galaxia del Escultor. Tenía muchas ganas de encontrarme con ella. Y no me decepcionó. La Galaxia del Escultor abarca el total del campo del ocular, compacta en el centro para, gradualmente, afinarse en los extremos, de punta a punta del ocular. En el centro, nos parece divisar algo…

Con el mismo 26, un paseo por el Cisne y Casiopea, con el que disfrutar de una noche en calma y silenciosa, disfrutando con cada uno de los 5 sentidos, sintiendo cómo el frío aire de la noche oxigena nuestros pulmones. Esto es sentirse vivo.

Pero la sorpresa de la noche nos vino dada por el héroe Perseo. Nunca antes había observado este doble cúmulo de forma tan espectacular. Brillantes, estos cúmulos abiertos, quedan atrapados dentro del mismo campo del 26.



A la caza del Universo


Siguiendo con los cúmulos, por qué no el de las 7 hermanas? Las pléyades. También las distingo mejor que nunca: Alcyone, Electra, Maia, Merote, Taygeta, Celaeno y Sterope, y sus padres, Atlas y Pleione. Pero me dice mi compañero que mejor las vió con el ed80 y el 22, pues cabían dentro del mismo campo.
Pero yo disfruto con estas pequeñas lloronas.

Y nos vamos a por la blinking. Como comenta nuestro compañero forero Almach, esta nebulosa planetaria y parpadeante, ofrece un espectáculo tanto por su situación en el cielo como por poder ver su estrella central. Y es que esta nebulosa empeñada en jugar con nosotros al escondite oculta una verdadera fantasía.

Siguiendo con las nebulosas, le toca el turno a la de Norteamérica, completamente definida la forma del continente, y más diferenciada todavía su península del Yucatán. Nuestro planeta reflejado en el cielo?

Haciendo un hueco para las dobles, observamos la gamma del delfín. Siempre que la observo, recuerdo la denominación de los árabes, refiriéndose a ellas, las piedras preciosas,  y es que como nos cuenta la historia en la India, eran portadoras de fortuna. Una verdadera fortuna es observarlas, dando la impresión de que una se esconde tras la otra, mientras una avanza con paso firme, la otra se deja guiar.



 Mi corazón renace ante tal magnificiencia


Con Almach, en Andrómeda, disfrutamos de una doble en color crema y grande la una y la otra, azul. Distintas tonalidades, distintas magnitudes. Igual belleza.

El orgullo y vanidad que sentía la reina Casiopea por su belleza y la de su hija, fue castigado por Poseidón colocándola en el cielo en una postura bastante indecente y poco atractiva. Y en esta postura y cercana a ella, encontramos M103, un cúmulo abierto, quizá no tan exhultante de belleza como su reina. Bonito, pero no el mejor.

Y continuamos con su hija, Andrómeda, la otra belleza. Lástima que su madre frustrara su matrimonio con el héroe Perseo. Hubiera sido la relación perfecta: la beldad y el héroe que la liberta. En los límites de la linda Andrómeda, observamos su propia galaxia, M31. En vertical, con el núcleo muy compacto y a la derecha breve espacio negro, para luego continuar con su luz difusa.
En la misma Andrómeda, descubrimos el NGC 752, cúmulo abierto.
M33, la galaxia del triángulo, la escudriñamos con el 26. Es grandísima. Pero pequeña, en comparación a su vecina Galaxia Andrómeda

Y, siguiendo con la familia, orientamos el querido LB 12” hacia Pegaso. El caballo que ayudó a Perseo en la liberación de Andrómeda, apresada como castigo a la vanidad de su madre, que se le antojó que ellas dos eran más bellas que las ninfas. Como Pegaso, el LB es nuestra montura en el viaje de esta noche. De su mano, atisbamos M15, un denso cúmulo globular.
En la misma constelación advertimos la NGC 7331, con una inclinación similar a la de Andrómeda, se trata de una pequeña galaxia, difusa, pero fácil de apreciar.

Ahora, nos encaminamos a la ballena, a Cetus, a la que Andrómeda fue encadenada y de donde la rescató Perseo. Allí, atisbamos las NGC 584 y 596, muy débiles galaxias, una en la parte alta derecha del campo del ocular. La otra, abajo a la izquierda. Cercana y de similares características, la 615.
Desde aquí, atisbamos M77, una galaxia pequeñita, con un núcleo muy, muy brillante.

Cambiando de tercio, mi compañero voltea el LB hacia Auriga, el cochero. Y, subidos en él, volaremos hacia sus Messiers: M36, M38 y M37. Cúmulos estelares.
Con el ethos, primeramente, observamos M37, es mi favorito. De nuevo, observamos M37 con el 26, M38, a su lado, parece su pequeño hijo. M36 está tan abierto que parece simplemente un puñado de estrellas.

El seeing se niega a acompañarnos y no merece la pena dedicar mucho tiempo a ver dobles. Pese a esto, es una noche estupenda. Decenas de estrellas recorren el cielo fugazmente. Son las leónidas.

Volviendo a Perseo, descubrimos M34, un cúmulo abierto que escrutamos con el 26.
Con el ethos 13 volvemos a acechar al doble cúmulo. Esta vez se desborda en el campo.

En la constelación de Piscis, descubrimos la pequeña galaxia en espiral de M74.

Y realizando de nuevo el anterior recorrido, en Andrómeda encontramos la galaxia NGC 404, la fantasma de Mírach. Aunque bonita, está completamente eclipsada por la brillante estrella

En la constelación de Géminis, avistamos el cúmulo abierto M35, eclipsando al pequeñín que habita a su lado, arriba a la izquierda.
Siguiendo en los gemelos, atisbamos la NGC 2392, la Nebulosa del esquimal o cara de payaso.

Esta noche hemos dedicado gran parte del tiempo a descubrir cosas nuevas, catalogadas como NGC. Algunas veces, hay que perder lo que tienes, para valorarlo más. Así es el género humano. No sabemos lo que tenemos, hasta que no lo perdemos, o estamos a punto…

Y por fin llegamos a nuestro destino, a Orión. Después de meses esperándolo, aquí está de nuevo. Como bien decía Machado, todo pasa  y todo queda, pero lo nuestro es pasar... Y el cielo, como parte de la vida, rueda de la misma manera.

No puedo decir más que ha merecido la pena la espera.

En el antiguo Egipto, Orión significaba la muerte y la resurrección. Creo que nada más apropiado para terminar la noche. Con la resurrección. El resurgimiento a la vida. Dejar atrás lo malo, para aprovechar sólo lo bueno. Aprendiendo de la lección, siempre aprendiendo.
A esta hora ya, la medianoche, Orión domina el cielo. Betelgeuse, Rigel y Bellatrix son las más brillantes, es inevitable mirar hacia ellas.
Divididas por el cinturón en el que encontramos unas bellas triples.

Y dominando sobre todo el conjunto, M42, un nebulosa difusa, la más espectacular del cielo. La observamos con filtro, sin filtro, con el 26, con el 22, con el ethos. Pero aunque cambie el brillo, el tamaño o la intensidad, yo sigo acechando a la cabeza del león que logro distinguir. El trapecio forma su ojo, y alrededor una larga melena.

Suena el teléfono, pero tardo en procesar su sonido, tan absorta estoy en la contemplación. Vuelvo a mirar y por segundos, me parece adivinar un corazón, el órgano humano más importante de nuestro organismo. El corazón, que late de nuevo, insuflando vida y esperanza.

Y fuerte, fuerte como el león que vuelve a llenar mi ocular.

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