jueves, 1 de diciembre de 2011

Regreso a la inocencia


30 de Noviembre de 2011

Estos días debatíamos en un foro si muere la observación visual. Estoy completamente convencida de que no es así. ¿Por qué? Muy fácil, anoche disfruté de una de las mejores experiencias astronómicas de mi vida. Observando, claro…

El 30 de Noviembre del 2011, un flamante 16” era estrenado como merecía, con un cielo negro, un seeing de lo mejorcito y con muchas, muchas ganas.

Muchas han sido estos meses las discusiones, sueños, elucubraciones, acerca de cómo iba a ser la primera observación con un 16” de lujo. De cómo se iba a ver la galaxia del Escultor, por ejemplo, que por desgracia alcanzamos cuando ya estaba demasiado bajo en el horizonte... No me importa que llegáramos tarde y que apenas pudiéramos intuirla, nos queda tanto por vivir…!!! Todo va a ser novedoso por segunda vez!!! Tenemos que ver la Laguna de nuevo, M13, M51, Orion, ... y eso, hablando de los Messiers más espectaculares, porque muchos de los objetos que anoche vimos ni siquiera los había observado antes con el 12". O lo que habíamos visto era nada y menos…

La vida ha cambiado!! Nuestra vida astronómica resurge como el Ave Fénix!! Bieeen! Empezamos de nuevo! Que se prepare el cielo, qué allá vamos!!

Quedamos bastante tarde, a las 10 de la noche, ya que la creciente luna nos iba a acompañar casi hasta la media noche. Al día siguiente es laborable y toca madrugar, pero este 16" lleva más de un mes terminado, aguardando pacientemente un estreno en condiciones, y no se puede pasar la ocasión otro mes más! O eso, o algun@ iba a tener que hacerse la maletita e internarse en el primer centro psiquiátrico a su alcance, porque esta salida ya se estaba haciendo de rogar... O, simplemente la Ley de Murphy se está cumpliendo a rajatabla: días de espera proporcionales a las pulgadas del cacharro.

Pues, como decía, la hora acordada y yo con unas escaleras por la calle, que bien sabía que iba a necesitar. A saber lo que pensaría la gente al verme... Desde que comencé en esta afición, la indumentaria ha tenido que dejar de importarme. Las escaleras, qué buen uso tuvieron! porque hay que ver lo crecidita que ha salido la criatura...

De esta manera, nos vemos en camino, rumbo al alto de Blancares, en el corazón de la Sierra de Huétor, a 1300 metros de altura. La Luna nos sonríe en el horizonte, una sonrisa inocente, abierta, franca. Me siento como una niña, la ilusión de la novedad, de las expectativas de la noche, del cambio, del estreno... Lástima que con el paso de los años nuestra parte infantil vaya quedando arrinconada, casi olvidada, en nuestro corazón. El mundo funcionaría mejor si nuestro niño interior no se fuera cubriendo de compostura y reserva y, sobre todo, no perdiera la espontaneidad, una de las cosas más valiosas que los seres humanos poseemos.

Tan decididos estamos a un estreno perfecto, que nos adentramos más de lo habitual por pistas forestales que no sabemos ni a dónde conducen. A un buen cielo, es la esperanza! Curvas y vericuetos hasta encontrar un lugar que nos convence plenamente, norte, este y sur despejados, y oeste algo elevado, perfecto para guarecerse del horrible hongo lumínico de Granada.

El montaje es rápido y sencillo. Manta en el suelo para evitar humedades y barro, base circular, cajón del primario, barras, cesta del secundario y funda hecha a medida por la madre que lo parió (al colega, no al telescopio, claro) y que le sienta como un guante al rebautizado T2. Total: 15 minutos. 15 minutos de trabajo para un resultado de horas de disfrute. No está mal la proporción.





En pleno montaje


Estoy nerviosa. Apagamos las linternas y nos quedamos boquiabiertos, la noche es impresionante, pocas veces he visto la zona de Orión con esa negrura que todo lo envuelve, todo, menos ese brillo estelar y nuestra emoción por disfrutar de la noche. Dónde vivo, me han preguntado hace poco. En cualquier lugar donde pueda cubrirme con este manto estrellado!

Y ahora sí, llega el momento del estreno. Con un Ethos 8 y un filtro neodynium, observamos Júpiter, mientras desaparece del todo la Luna. Es increíble la nitidez que tiene para planetaria. Tal vez sea el mejor Júpiter que haya visto nunca, con tantas bandas como en una foto. Qué tendrán los Zambutos éstos… Pero hay que seguir haciendo comprobaciones.

Empezamos espacio profundo con un globular, M15. Los cúmulos siempre me recuerdan los fuegos artificiales de las fiestas de mi pueblo. Aunque mucho más modestos que los del lugar donde vivo ahora, me emocionaban más aquellos. Cuando era pequeña e íbamos de vacaciones, las fiestas comenzaban de esa manera, con fuegos artificiales. Hace tiempo que no acudo a una feria, pero la apertura de la noche es idónea: con fuegos artificiales, el preámbulo a la noria, los caballitos, los coches de choque, el tren de la bruja… Esta explosión es bonita, con un núcleo compacto, regular, visto a través de nuestro amigo Ethos 13. No está en muy buena posición, pues se encuentra en la única zona con contaminación lumínica del lugar, pero dice mucho del espejo que no se ve todo blanquecino, que se aprecia perfectamente. Además, verlo sin tener que subirse a las escaleras tiene su gracia.

Continuamos con la Galaxia del Escultor, una de las más esperadas de la noche. Hay que darse prisa, pues el mismo está a punto de partir, cual si fuera un tren, el tren de la bruja, y este viaje no nos lo queremos perder. Con el N26, cruza el campo del ocular, de punta a punta, y con el ethos 13, se desborda, pero queda centrado su núcleo. Lástima que perdamos una de las mejores galaxias de la noche, pues su vagón es engullido ya por la por la contaminación lumínica.

Cerca, y a remolque, le sigue el NGC 288, un pequeño globular lejano, difuso, antiguo en el tiempo. Lo bueno de esto es que se puede relativizar con el tiempo. ¿Cómo no voy a sentirme una niña, observando objetos que se encuentran a miles o millones de años luz?

Nos subimos a los caballitos, llámese Galaxia NGC 7331, con el Ethos 13 primero, y, después, para profundizar, con el 8. Algo que me gusta de este parque de atracciones que es el T2 es la manera que se adapta a tu ritmo: es muy suave de movimientos, perfecto diría yo, tiene el punto justo para desplazarlo sin esfuerzo y poder seguir los objetos con suavidad, a la vez se queda frenado en el momento adecuado, para una perfecta contemplación (GRACIAS MAURICIO, BUEN TRABAJO!!). Como un auténtico carrusel, en el que se gira sobre sí mismo sin perder el compás, pero que en el momento de la parada, no hay frenos bruscos, ni apenas notas que se ha detenido. Del que puedes bajar, con toda la comodidad imaginable. Y felicidad. Después de iniciar la noche así, quién osa borrar tu sonrisa?

Llega el momento de subir a la noria, una de las atracciones más espectaculares para un niño. Así podremos divisar el parque desde otra perspectiva, desde la misma que los mayores, pero sin perder la ilusión por lo que va a ver, pues todo es novedoso para él, cada imagen es nueva y excitante. Antes de subirnos pasamos taquilla obligatoriamente por M81. De repente, se le ve más estructura que nunca. Tanta que me recuerda a Andrómeda un poco más apagada.

Y vamos a por la 82. La expectación es tan grande que late el corazón con más fuerza… si M81 ya fascina, qué sucederá al encaramarnos a M82? Vamos a ella, entramos en la cabina que nos corresponde y subimos al cielo. Me agarro fuerte a mi plataforma con forma de escaleras, mi cabeza gira vertiginosamente, estoy tocando el cielo! Noto cómo mis pies casi se elevan con semejante contemplación. Esto es una locura, casi toco con la mano M82! No puedo evitar un pequeño gritito. Nunca había subido a una noria de este tamaño. Mi vértigo queda arrinconado bajo el éxtasis de la observación. Por primera vez distingo unas pequeñas muescas en el núcleo de la galaxia. Bajada y continuación de nuestro paseo. Próxima parada?




El niño


¿Qué sería de un niño en un parque de atracciones sin unas palomitas? Y yo quiero las mías. Recuerdo a mi madre haciendo “rosetas” en la sartén. Cómo ponía el maíz y mi hermano y yo nos quedábamos pegados a la cocina hasta que el primer grano se convertía en palomita. Era el momento de relamerse pensando en lo que nos esperaba. Es lo que me ocurre al observar M46 y la NGC 2438, una planetaria dentro de un cúmulo. Un verdadero deleite, que casi puedo paladear.

 Muchos niños necesitan de una luz para poder dormir, y si vamos a la Sigma de Orión? Una triple increíble, luminosa, que emite su luz perfectamente diferenciada en tres focos. Me gusta cómo funciona el T2 con las estrellas, les da una puntualidad increíble. Nada de pelotitas, son alfileres finos, delicados…

O, tal vez, esa luz se encuentre en Almach, en el cielo podemos encontrar las luces más importantes, las que pueden guiar nuestro camino hacia la madurez, sin perder un ápice de entusiasmo. Sólo hay que saber escoger la compañía, agarrarse a la mano adecuada. Y un niño sabe, instintivamente, cuál es esa mano. De noche, cuando vayas a dormir, mira Almach, una de las dobles más impresionantes del cielo. Con este T2 distinguirás brillos y colores, y si antes te parecía bonita, ahora te dejará sin aliento. Después, duerme, pues ella te protegerá de tus miedos y temores. Vigilará tu sueño con su estrella principal, naranja, dulce, y algo más grande, y la pequeña, más brillante pese a su tamaño, más blanca, se acomodará a tu lado para que puedas dejarte guiar por el mundo de las hadas, y los duendes. Donde todo es posible. Me dejarás acompañarte en este sueño sin relojes, sin nervios, sin mayores que no te permitan hacerlo realidad?

Y, como luz, no podemos encontrar otra mejor que la que emite la Beta de Monoceros. Esta triple es capaz de guiarte a través de un túnel hasta llegar a la plenitud de la vida. Impresionante la forma en la que la percibimos a través del ocular. El T2 está obteniendo sobresaliente en dobles. Ahora que llega la Navidad, se empeñan en iluminar artificialmente las ciudades. Por favor, parad un poco y mirad el cielo. No necesitamos más.

Siguiendo con dobles, Cástor en Géminis, que alcanzo a ver de puntillas en las escaleras, es el problema del T2. Nada ni nadie es perfecto. Y este T2 es muuuuuuy alto para mí. De hecho, no consigo alcanzar el doble de Perseo, ni con escaleras y tengo que renunciar a su observación, me siento como una niña que quiere crecer. Qué contradicción. 




La niña. Uff…

Pero tengo compensación con la galaxia NGC 891, entre Almach y M34. La observamos primero con el N26, para pasar después al E13 para profundizar, aún perdiendo algo de brillo. Aunque de gran tamaño, se diluye débilmente. Un verdadero premio, a lo mejor, el de la tómbola, que no debe faltar en una feria que se precie.

En la Osa Mayor, dominan la Nebulosa del Búho (ó M97), que con el N26 es poco más que una manchita, pero que con el E13 se resuelve perfectamente su interior, y M108, una galaxia en espiral que por primera vez logro apreciar. Uf!, esto sí es empezar de nuevo esta afición. Nuevas cosas, nuevos objetivos, o nuevos ojos!!!

Pero no todo es maravilloso en la noche, hay humedad. La funda del T2 está mojada, pero sólo me doy cuenta cuando observamos objetos que no nos llaman mucho la atención, como son el M79, el pequeño globular, compacto, o M41, un cúmulo que se aprecia mejor con el 26, pues en el 13 no cabe. Lo bueno de la zona de Can Mayor, donde está M41, es la multitud de cúmulos abiertos que encontramos, para todos los gustos, como el NGC 2360. Esta zona es en sí un inmenso cúmulo estelar.

Ahora toca subirse al carro de los Gemelos, ya sé lo que me espera, bien!!! Aunque yo sea pura felicidad, mi compañero lleva la noche peleando con el Telrad, que no deja de humedecerse y le complica las búsquedas (cuando desmontamos, el secundario estaba parcialmente congelado). Pobre, la lucha que tiene con el buscador para que yo disfrute como lo estoy haciendo. Aunque me sienta algo culpable internamente, no impide que yo continúe entusiasmada.

Pues, en Géminis, me centra M35, impresionante cúmulo, más grande y joven que su compañero, el débil y pequeño NGC 2158. Preciosa imagen de conjunto.

Y pasamos a Auriga, con M37, que estalla dentro del Nagler 26!!!. Nunca me canso de observar este cúmulo, qué maravilla de campo!

En nuestra nueva liga astronómica, tenemos la ventaja de observar en otra división. Algunos objetos, aún sin colores, se aprecian mejor que en foto, tridimensionales, tangibles, es como si los palparas. Y, además, no sólo son imágenes, son sonidos, olores. Toda la noche nos han acompañado el tintineo de las campanas de ganado cercano, el cantar de algún ave, el olor a tierra mojada…

Por fin llega el momento más esperado de la noche, la montaña rusa del Parque de Atracciones, que en este caso tiene nombre propio: M42, en Orión!!! Sólo la sonrisa de mi compañero al quitar el ojo del N26 me anticipa lo que voy a observar. Subo las escaleras, me asomo al ocular y… mi estómago cae 50 metros en picado, mientras yo grito de pura emoción. ¿Cómo describir esa imagen de puro vértigo y entusiasmo al mismo tiempo?

Mi cerebro intenta procesar la imagen. Es increíble, maravillosa. ¿Cuántos adjetivos debería utilizar para describir lo que veo? Nunca había contemplado así M42. Brazos en movimiento, palpables, evidentes, que te atraen como un canto de sirena hacia un trapecio perfectamente perfilada su forma geométrica con puntas de diamante. Quedas atrapado completamente en ese corazón brillante, que late sin cesar.

Por fin, oigo a mi compañero, ensimismada como estaba, apenas oía que estaba intentando cambiar el N26 por el E13. Él sólo tiene que subir un peldaño para hacer el cambio. Mientras, mi cuerpo sigue realizando círculos de emociones, al son de esta montaña rusa en la que estoy subida. Es imposible bajar de ella ni un solo instante. Mis ojos se clavan de nuevo en M42, ya a través del E13. Logro ver hasta 6 estrellas en el Trapecio!!! Ya sí que me es imposible dejar de gritar, reír, llorar, porque también se llora de alegría.

Bajo de las escaleras de esta atracción, todavía obnubilada por las sensaciones vividas. Sólo esta imagen, ya ha merecido la pena la pérdida de sueño, el frío y el mes de espera para el T2!

Gracias T2 porque has sido capaz de hacer renacer nuestra inocencia en la astronomía, por darnos nuevos ojos, nuevas vivencias. Un largo año se abre ante nosotros en el que todo va a ser nuevo otra vez. Esta vez hemos sido niños en un Parque de atracciones, quién sabe qué próxima experiencia viviremos. ¿Viajaremos en el espacio? Eso, siempre.

Me vienen a la cabeza unos versos de Neruda mientras recogemos:

    “Casi fuera del cielo ancla entre 2 montañas
   la mitad de la luna.
    Girante, errante noche, la cavadora de ojos.
    A ver cuántas estrellas trizadas en la charca.
    Hace una cruz de luto entre mis ojos, huye.
    Fragua de metales azules, noches de las calladas
   luchas
   mi corazón da vueltas como un volante loco.
    Niña venida de tan lejos, traída de tan lejos,
   a veces fulgurece su mirada debajo del cielo…”

Y es que esta noche, hasta la luna ha viajado con nosotros. No, no se ha ocultado, se ha quedado para disfrutar con nosotros de esta aventura.

En el regreso, hay algo que nos viene a la cabeza y son las palabras de nuestro amigo JCS,  el querido José Carlos:

“…mirar al cielo desde un alejado monte, una terraza, jardín o simple ventana y extasiarse con los luceros que se pueden ver, aunque lo hagamos a “ojo desnudo”, nos transporta hacia otra realidad donde los sentimientos se imbrican y confunden, pero provocando cierta dosis de felicidad por alcanzar lo, aparentemente, inalcanzable. Ese conjunto dispar de sensaciones no tiene precio…”



Dedicado a todos aquellos que todavía sienten eso y, sobre todo, a aquel que cada luna nueva, me lleva al Parque de Atracciones.

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